jueves, 3 de enero de 2013

El Arte del Recuerdo

Había que pensar en las cosas que han sucedido, desde la caída estrepitosa de la Buhardilla de la calle Pino Suárez a finales de los 90´s hasta la sorprendente facilidad para ver el amanecer del 2013.
Parado frente a la puerta de mi casa regresamos de la fiesta de Fin de Año y  mientras mi esposa Ana Lucía y mis hijas Grettel y Luna de Abril ya estaban adentro, dormidas; vino un sorprendente flash back a mi cabeza.
Fue como si el amanecer de ese 01 de enero trajera una revelación y me ví como el Julio que siempre he sido, sin más ni menos, el que maldijo, abrazó, respiró, mantuvo, sostuvo, gritó, lloró; con sus altibajos y subidas, con sus mareos y franquezas.
Siempre he sido el mismo, y me explico:
Los humanos somos seres de etapas y yo, como muchos, crucé por diferentes momentos y de cada una de ellas no me arrepiento porque finalmente formaron mi camino.
Fue inevitable pensar en muchas personas que a lo largo de todo este tiempo y de alguna manera me acompañaron; pero sobre todo a los amigos que siempre han estado ahì, en el momento exacto, a la hora perfecta.
Ya he hablado mucho de La Sociedad de los Poetas Necios y siempre los mencionaré porque en realidad son parte fiundamental de mi vida: Gerardo Piélago, Gabriel Muniz, Eduardo Vilches, Edmundo Torres y Miguel Ángel López; sin ellos literalmente estaría perdido.
Estaba sentado en la mesa Cuatro de la Buhardilla, en las mesas de Arcadia, en la Barra de Antropìa, pasé de lejos por Contrapunto y me detuve en muchos sitios hasta que recorrí cada uno de los rostros que contemplé de frente.
Nadie se me escapó: cada palabar escrita, dicha o pensada llegaron en conjunto con todo ese remolino de ayeres.
Ese regreso de mi pasado al presente hizo que todas las dudas de mis próximos proyectos quedaran resueltas.
Recientemente una amiga que creía extraviada me preguntó "cómo haces para recordar todo"; pues mi respuesta es sencilla: aunque a veces no parece o la situación no lo amerita gozo cada segundo de lo que hago; de ahi que conservo detalles, aromas y sensaciones porque mi alma y mi cerebro son dos esponjas que absorven demasiada información.
Sentí esa libertad de poder volar con verdadera ligereza y sentí que mi vida estaba en paz: en su tiempo pedí perdón, también lo otorgué y dejé siempre la puerta abierta para que todos pudieran entrar; en mi mesa siempre hubo una bebida para compartir, un plato de sopa y una charla amena.
Tengo en mis hijas el mejor reflejo de que me esfuerzo por ser un buen padre, y siempre está Ana, siempre Ana de mi lado, a veces del sentido contrario pero ella es la del sentido de ubicaciòn y yo el del soporte en los momentos de fuerza.
Padre de familia, esposo, amigo y trabajador: la vida me depara otros retos que ya en su momento podré afrontar; mientras tanto me detendo justo en este momento y agradezco a todos los que han estado, y estàn, a mi lado.

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