La fuerza
del látigo dividió el aire y se escuchó el tronido a más de tres cuadras de
distancia.
Aunque
llevaban sus rostros cubiertos por máscaras se veía el cuerpo de jóvenes no
mayores a los 23 años, dos de ellos más altos, pero no llegaban ni al cuarto de
siglo.
Uno de
ellos, el más pequeño, hijo de uno de los integrantes del baile del torito,
llevaba puesta una camiseta de la candidata Bárbara Botello.
Ajeno a las
contiendas electorales el pequeño Juan parecía nervioso; volteaba hacia
diferentes direcciones, llevaba sus manitas al pecho, no sonreía, sus ojos
vidriosos y cachetes sucios que hacían una mueca de enfado estaban muy lejos de
la calle Nuevo Vallarta.
Cuando vio
una canasta de panes pensó que le tocaría uno y se había saboreado una concha
de chocolate; pero el grupo de seis integrantes no alcanzó ni las sobras, pero
eso sí, cada uno tenía su playera que al frente lucía el nombre de la candidata
que hace tres años también había contendido por la alcaldía.
Pero hace
tres años perdió frente al que ahora es alcalde y cuyo nombre no lo recuerdan
con alegría en la Zona Piel.
“Ese
Sheffield vino y repartió mandiles, gorritas y camisas; prometió mucho y no nos
dio nada; solo vino a prometer pero en estos tres años no lo hemos visto”
replicó Jesús González del Tianguis CTM.
“Si llegas
a la Presidencia de la República, Bárbara, digo; perdón, si llegas a la
presidencia municipal acuérdate de nosotros”.
La sonrisa
de la candidata fue más amplia que nunca, quizá porque en la equivocación del
comerciante la había situado en la Silla Presidencia, ahí donde ninguna mujer ha
estado, al menos no de manera oficial.
En la Zona
Piel hay más de 15 mil empleos indirectos, y de ellos, al menos unos cien,
escuchaban a Bárbara Botello.
Sus miradas
eran diferentes a otras, llenas de color, de ilusión, de posibilidades de tener
al menos un trabajo que no significaría arriesgar el alimento de sus hijos.
Pero luego
vinieron las promesas de siempre con los argumentos de siempre y las miradas cambiaron
por ese gris ocre de costumbre y bajaron la vista como tratando de encontrar en
el piso una respuesta a sus ilusiones.
Para cuando
Bárbara Botello se alejó en medio de un sol que elevó la temperatura a 39
grados las promesas se diluyeron en el recuerdo, ahora tendrán que esperar a
ver qué les promete Miguel Salim, el candidato del PAN; y tal vez voten por
algunos de los dos, por el que les asegure comida caliente en la mesa, lo demás,
siempre será lo de menos.
Julio César
Salas